miércoles, 20 de mayo de 2020

Una historia de difamación y calumnia: La Caza (Jagten, Thomas Vinterberg, 2012)

Actualmente vivimos en una sociedad cada vez más sensibilizada y concienciada con el grave crimen y drama de la pedofilia, pero a su vez, tan predispuesta al prejuicio, al escarnio, a la estigmatización social y al linchamiento público movido por la presión de las masas. En estas latitudes nos encontramos ante la historia de Lucas (titánica la interpretación de Mads Mikkelsen), un profesor de guardería divorciado que intenta rehacer su vida con una nueva pareja y su hijo habido de su fallido enlace anterior. De una reputación intachable, Lucas era querido por la gente que habitaba el pueblo donde vivía y donde estaban todas sus amistades. Sin embargo, la infantil acusación de una de las niñas a las que cuida en la guardería, y a su vez, hija de su mejor amigo, precipita todos los trágicos acontecimientos.


De este modo, Thomas Vinterberg, cofundador del movimiento Dogma 95 junto con Lars Von Trier, nos vuelve a conmover, indagar e impactar con una historia aparentemente sencilla y muy realista, pero de fondo terriblemente complejo, frío, desgarrador, polémico y de una enorme carga social. Fiel heredero del gran cine danés, se me viene a la mente Bergman y Dreyer, y de la película The Children`s Hour (W. Wyler, 1961), este director nos presenta como un suceso cotidiano puede tornar en auténtica catábasis. De este modo, Lucas, es acusado injustamente de cometer abusos contra menores. El rumor corre como la pólvora, y pronto, sin que medie la una institución de por medio, los habitantes del pueblo hacen suya la ley como si de un derecho natural se tratase, y empiezan a señalar, marginar y perseguir (el título de la película no está escogido al azar) al pobre Lucas sin que este sepa muy bien cómo protegerse. A él, y a sus seres queridos, como si el estigma de su pecado fuese extensible a aquellos que le rodeaban, incluyendo a Fanny, su fiel e inseparable perra.


Así, la vida de una persona puede cambiar de la noche a la mañana por una falsa acusación y por la presión de la masa que únicamente apunta con su dedo inquisidor a Lucas. En la película no aparecen juicios, ni abogados (más allá de alguna mención esporádica), ni investigaciones policiales, ni nada de esto, no interesa puesto que lo que verdaderamente prima en la producción es filmar el comportamiento humano. Por dicho motivo, la obra de Vinterberg analiza con sumo detalle y cuidado el modo en que se expande el tumor dentro de una pequeña población y cómo se empieza a castigar a Lucas en base a un delito que jamás ha cometido. Su inocencia queda pisoteada y rota en mil pedazos fruto de un bulo y una calumnia. En consecuencia, será apartado, perseguido, golpeado y, sobre todo, herido en su alma. Una auténtica oda al cine son esas escenas cotidianas, en apariencia, como ir a un supermercado o a la iglesia, que se convierten en tortura, indignación y suma melancolía en Lucas y en los espectadores. Todo con un tono sencillo, filmado de una manera sobria y templada, que nos hace introducirnos en la piel del personaje que encarna Mads Mikelssen, para sufrir, llorar, destrozarnos y maldecir la paranoia y lo manipulable que es la sociedad en determinados momentos.


Por ello, nos encontramos ante una historia de psicosis, impotencia, difamación y calumnia ante un hombre amable y cariñoso que cae en desgracia por un desafortunado rumor fruto de una niñería. Al final todo se reduce a qué es mentira y qué es verdad. Todo, en resumidas cuentas, no es más que un ejército de metáforas y, en este mundo, nunca se soluciona nada. El tiempo nunca termina, es plano, y todo se repite una y otra vez. Por ello, cuando creemos que nuestro protagonista recupera su cordura, realmente, no lo hace. Siempre estará estigmatizado. Nunca nadie olvidará ese rumor. Siempre estará en el punto de mira de un rifle para cazar.




José Ángel Castillo Lozano


domingo, 10 de mayo de 2020

Bajo el hielo, Permafrost (Permagel, Eva Baltasar, 2018)




¿Qué es el permafrost “humano”?

El permafrost es el sugestivo título de la novelista catalana Eva Baltasar que con esta minimalista novela se dio a conocer en el mundo de la literatura hispana a través de una narración en primera persona, bajo una apariencia entre la memoria y lo poético, el proceso formativo de una mujer diferente, de una persona hipersensible ante la hipocresía de la sociedad y sus metas prefijadas como es la de la búsqueda cuasi permanente e infantil de la felicidad. El título de esta obra hace referencia a ese suelo congelado de las regiones frías y periglaciares pero que es esencial para la vida en determinadas regiones en esos momentos en que se descongela por ser el almacén de grandes reservas de carbono orgánico.
Este título es muy acertado puesto que Eva Baltasar usando el símil de este suelo congelado, nos presenta un personaje femenino encerrado en sí mismo, congelado en apariencia, que se resiste a establecer cualquier tipo de relación con su género salvo para satisfacer sus apetitos sexuales. Todo se sumerge en una concepción por parte de su protagonista de un mundo vacío, sin metas, sin objetivos, desgarrado por la presión del exterior, etc. En otras palabras, a través de un hábil recurso de presentarnos una narrativa disruptiva que nos lleva al pasado y al presente a modo de diario, se nos presenta a un personaje misántropo y encerrado en sí mismo. Lo único que le importa es leer y aislarse del exterior. Ni siquiera el eventual deseo sexual de esta lesbiana le corresponde en un sentimiento de amor, todo lo que hace le lleva a una sinrazón, a un estado de vacío, a la nada y a un permanente y erótico deseo con el que coquetea en muchas páginas como es el del suicidio que se alza en gran parte de la novela como la única herramienta lógica para acabar con la sinrazón del mundo que nos rodea. De hecho, creo que es indudable la huella de Cioran en esta novela puesto que nuestra protagonista hace suyas esas palabras del filósofo rumano que dicen así: “El hecho de que yo exista prueba que este mundo no tiene sentido (…) Que el mundo haya permitido la existencia de un ser como yo prueba que las manchas sobre el Sol de la vida son tan grandes que acabarán ocultando su luz” (En las cimas de la desesperación).
Más allá de este recorrido interno a los infiernos personales del personaje, le tenemos que añadir, que todos estos demonios internos se ven aún más potenciados al desarrollar sus relaciones siempre inestables con sus amantes (al mismo tiempo que nos elabora un muy interesante ensayo sobre la naturalidad de sus relaciones con otras mujeres y en su búsqueda de la identidad sexual, muy descarnados e irónicos son sus diálogos con su tía y su hermana sobre estos temas) y, sobre todo, con su familia. Aquí es donde más se desarrolla el personaje en contraste con un padre en un eterno papel secundario, una madre anclada en el pasado, asfixiante y controladora, y una hermana convencional que solo busca el matrimonio y tener hijos como forma de dar sentido a su vida. De este modo, la lucidez de Eva Baltasar a la hora de recrear personajes maniqueos y confrontarlos con otra realidad existente, aunque oculta, es del todo mágico. Porque al final, todo estalla, ese supuesto aislamiento del que hace gala el personaje, es solo una fachada, el ser humano no puede vivir de manera aislada y, al final, el dolor, la soledad, la frustración (interesante es su vocación creadora malograda como artista que intenta compensar con el estudio de la Historia del Arte) y la amargura recorre nuestro permafrost particular por mucho que lo ocultemos y nos engañemos a nosotros mismos.
En conclusión, nos encontramos ante una novela íntima que asimilándose al tono de “Esa visible oscuridad” (Styron, 1989), nos hace recorrer en un tono íntimo e impecable, sin más argumento que los deseos de un personaje que se debate entre el hedonismo, los placeres carnales y la muerte (suicidio) como única meta hasta que encuentra la ternura y el amor hacia su sobrina y ahijada en un momento de muerte, destrucción y amargura.

José Ángel Castillo Lozano

sábado, 4 de abril de 2020

Un camino hacia la redención: “Salvación” (Miguel Sánchez Robles, 2017)




Hace poco este libro cayó en mis manos. No había leído nada de este autor, aunque tenía muchísimas ganas de degustar algo suyo puesto que da la casualidad que este literato dio clases de historia en uno de los institutos donde yo trabajé en Caravaca de la Cruz. Por suerte, en estos tiempos tan excepcionales que nos ha tocado vivir, decidí, previo préstamo de mi pareja, empezar una obra suya: “Salvación” que, en cierta medida, también ha representado mi propio bienestar y refugio ante las malas noticias “biológicas” y ante el mundo tan radicalizado que se está abriendo paso entre los miles de muertos por esta pandemia. La sorpresa por esa prosa tan delicada, cuidada y lírica, ha sido el motivo por el que intento rendirle homenaje varias semanas después de finalizar su lectura a este libro en estas líneas, aunque, posiblemente, realmente lo que haga es quitarle su encanto.
Salvación es una obra que rompe esquemas y donde Miguel Sánchez Robles aprovecha el recurso literario del camino para encuadrar y desarrollar su historia. De este modo, de una manera autobiográfica, el autor realiza el camino de Roncesvalles hacia su destino final que es Caravaca de la Cruz, el poco conocido camino de la Vera Cruz. Aprovechando este devenir continuo de la senda, de lo espiritual, surge otro camino más interno, profundo, oscuro y doloroso. El camino de uno mismo. El camino interior que consiste en el hecho de conocerse, de ser capaces de explorar nuestro interior, de luchar contra nuestros demonios, de conocer nuestros sentimientos, de ser capaces de no destruirnos puesto que la guerra más cruel es la de uno contra uno mismo.
De esta manera, el autor nos propone un monólogo interior intercalado con ciertos pensamientos de su vagar a medida que va contemplando los diferentes enclaves en las duras jornadas del camino. Este monólogo del protagonista lo dirige ante su madre muerta. En otras palabras, realiza una oda a su progenitora, pero su mensaje únicamente está dirigido a la nada, y solo le responde el silencio del mundo.
Así, el autor nos hace partícipe de una serie de reflexiones, pensamientos, sentimientos y emociones de una manera muy bella. Nos sumergimos de lleno en el existencialismo (parece que bebe mucho del Sísifo de Albert Camus), en la espiritualidad (que no religiosidad, preciosos son sus relajadas reflexiones dentro de iglesias o recordando algunos oficios a los que acudía con su madre), en la soledad, en sus ilusiones y en sus anhelos. Todo ello desde una prosa profunda, lírica, armoniosa, casi musical donde la sabiduría, la erudición y la belleza van cogidas de la mano. Además, es muy bonito observar la evolución interna de estos soliloquios puesto que parece que siguen una evolución que termina desembocando en una redención. El protagonista/autor termina encontrando la paz interior, esa que le había sido tan esquiva durante tantos años por ese duelo ante la sociedad del ruido que le ha tocado vivir (en estos días pienso mucho en esa reflexión de Schopenhauer sobre el ruido, véase las noticias sesgadas y los bulos que son nuestro pan de cada día, y sus aciagos efectos sobre nuestra alma) y ante la pérdida de tantos seres queridos. Al final, encuentra su salvación, de ahí el propio título de esta recomendable obra literaria en mayúsculas. Un bello final para una historia bella. ¡Qué bonita es la palabra “Salvación”!
Por ello, esta obra es un camino espiritual que surge desde el corazón de una persona sensible que termina por darse cuenta de lo bella que es la vida y lo transcendental que es saber disfrutar de esos pequeños placeres que nos otorga la vida a modo de pequeñas cápsulas de felicidad. En definitiva, se trata de un texto musical lleno de sentimientos que nos hace acercarnos a esa luz mística para que ilumine nuestra vida y nos calme ese dolor que es estar vivos. Todo para acercarnos a esa eternidad y a ese consuelo que nos produce pensar en una definitiva muerte. Todo ello se consigue en ese viaje “terrenal” que va ligado a otro viaje más “metafísico/espiritual” del que nos hace cómplices y testigo este profesor jubilado de geografía e historia desde una sensibilidad, delicadeza y ternura que inunda todas y cada una de sus páginas.
José Ángel Castillo Lozano

sábado, 22 de febrero de 2020

Pórtico (Getaway, F. Pohl, 1977) y la incógnita de lo infinito del espacio y del alma humana



Hacía mucho que tenía esta obra en la lista de pendientes. Ahora, con el tiempo adecuado en mi particular Sanatorio Internacional Berghof, afronté su lectura, una lectura que no tendría que haber demorado tanto en el tiempo porque es muy sugerente e interesante puesto que, desde el marco de una distopía malthusiana donde el mundo está superpoblado, F. Pohl se mueve como pez en el agua a la hora de realizar un auténtico ensayo sobre los misterios de nuestros sentimientos extrapolándolo a un universo del todo desconocido para la raza humana.
De este modo, esta novela ganadora de los principales premios de literatura de ciencia ficción, parte de una premisa muy sugerente. El planeta Tierra está superpoblado y la sociedad humana está al borde del colapso como civilización. Ante esta tesitura, se empiezan a buscar otras alternativas para aliviar la presión demográfica de la Tierra, y en una de esas expediciones se encuentra una especie de base espacial de una raza desconocida (heechee) que podría ser la solución de la raza humana y que de manera instantánea se convierte en una reliquia y un lugar de peregrinaje de todo aquel que sueña con un futuro mejor.
De esta raza alienígena nada se conoce. Su tecnología es infinitamente superior a la humana y, para más inri, apenas se sabe nada de cómo hacerla funcionar para que resulte beneficiosa a nuestra sociedad. De este modo, los humanos presentes en la novela no se nos muestran como héroes sino como personajes llenos de dudas, miedos e incertidumbres, en muchas ocasiones, sobrepasados por la tecnología a la que se enfrentan y las situaciones a las que esta les lleva (introduciéndose de lleno en ese arquetípico problema humano sobre el uso de la técnica). Y aquí es donde llegamos a nuestro protagonista: Robbinette. El motor de su historia es la culpa, un sentimiento que carcome el alma de nuestro protagonista. Al respecto, es muy interesante como se trata el tiempo en la novela ya que tenemos dos líneas temporales muy marcadas. Por un lado, tenemos el presente donde Robbie (diminutivo del nombre de Robinnette) va a psicoterapia a la clínica de un robot IA bautizado por Robbie como Sigrid y es donde conocemos el interior del alma de esa persona a la vez que nos vamos enterando del pasado de esta persona. Por otro lado, tenemos el pasado de Robbie, de cómo llegó a Pórtico (donde juega un gran papel el azar de ganar una lotería) y de cómo hizo su riqueza en una de las misiones que lleva a cabo.
Me resulta muy interesante la cosmovisión de Pohl del futuro del mundo. Por dicho motivo, les coloca esa vía de escape, esa llave al Edén, que es simbolizado y representado por esa estación espacial conocida como Pórtico. Sin embargo, la entrada al Paraíso no era tan sencilla debido al escaso conocimiento de la tecnología de esa ancestral civilización heechee. Por esa razón, el usar las naves abandonadas hace milenios puede tener un precio muy grande: la propia vida. Esto es debido a que las naves solo vuelan en el modo automático, y el destino es del todo desconocido. Puede llevarte a un enorme descubrimiento por el que te pagarán una cantidad de dinero astronómico que te servirá para vivir de manera holgada toda tu vida o, por el contrario, te puede llevar a una estrella en combustión o a un agujero negro del cual ya no escaparas en toda la eternidad.
Desde este marco, Pohl aprovecha para divagar sobre la actitud humana. Unas veces imprudente, otras atiborrada de coraje y otras tantas llena de cobardía y terror. En este contexto, nos encontramos con un Robbie que es una persona mujeriega, cobarde, impulsiva e inactiva. Vive aterrado ante lo que le puede deparar un viaje en una de estas naves, pero al mismo tiempo no puede volver a su anterior vida de penurias en la Tierra. Por lo tanto, es una persona francamente insegura e inestable. Quiere ganar dinero, pero no se atreve ante los peligros que le puede abrir un vuelo desde una de estas misteriosas naves espaciales que nadie conoce realmente cómo funcionan. Su historia es la de una huida, la de una supervivencia cobarde de sentimientos enrarecidos, relaciones destructivas y llena de egoísmo. Así Frederick Pohl ha conseguido crear un personaje humano realista, lleno de debilidades que debe hacer frente a sus miedos, unos miedos que solo logra superar a base de impulsos o desidia, y que cuando realmente consigue hacer un gran descubrimiento por el que será condecorado y premiado, se arrepentirá por el camino en el que lo consiguió y la pena y la culpabilidad le carcomerán el alma por el resto de sus días.
Para ir finalizando estas pequeñas reflexiones sobre esta obra, debemos destacar que Pórtico se trata sobre todo de una novela de insatisfacción y cargada de enigmas, muy en la línea de otra de las novelas de Pohl (Homo Plus, 1976). Estos misterios  jamás se resolverán y lo único que generarán son más preguntas sobre la identidad humana y, por extensión, sobre esa civilización tan avanzada que desapareció de repente sin dejar rastro salvo una tecnología que puede ser a la vez salvación y destrucción para el ser humano. En definitiva, la frustración es constante en la novela y junto con el miedo son los propulsores de esta magnífica historia que conjuga tan bien la ciencia ficción con la realidad de lo que somos a día de hoy como civilización.

José Ángel Castillo Lozano

sábado, 7 de diciembre de 2019

El gran dios Pan y el miedo ante lo desconocdo

Desde hace ya un largo tiempo, he sido un gran apasionado de los relatos de terror del genio de Providence. Por esa razón,  me causó un gran interés una antología de cuentos que descubrí casualmente por internet, de cuyo autor, se decía que era una de las fuentes de inspiración de Lovecraft. La antología cayó en mis manos gracias a mi pareja que me la regaló para aliviar mi estancia en el hospital. La edición concreta era la siguiente:

Nacido a finales del S. XIX, en 1863, Arthur Machen fue uno de los principales exponentes de la literatura de ciencia ficción asociada al género del terror. No en vano, influyó de una manera intensa a escritores de la talla de Lovecraft que llegará a reconocer la fuerte influencia de este escritor en algunos de sus relatos como “El horror de Dunwich” y que alabará su producción literaria y sus ideas en  su ensayo “El Horror en la Literatura”. De este modo, este escritor británco será uno de los participantes de ese horror que se alejaba del terror clásico que puebla la fábula de monstruos, fantasmas o asesinos. La singularidad de Machen radicó en abrir la senda de ese tipo de terror que la crítica ha definido como horror “cósmico”. Imágenes ancestrales, seres atávicos, fuerzas primordiales,  dioses primitivos o reconstrucciones oníricas representando mundos abstractos que la mente humana no es capaz ni de concebir ni de soportar, son alguno de los elementos que cualquier lector atento puede encontrar al abrir las páginas de la obra del escritor galés.
Uno de sus relatos más afamados y apreciados por la crítica especializada es “El gran dios Pan” del que S. King llegará a decir que es el mejor relato de terror hecho en lengua inglesa. Dicha obra cuenta con todos los elemento claves de la narrativa típica de ese horror cósmico. Sin embargo, cuando se publicó esta obra en 1894, se consideró una literatura degenerada y repulsiva por su temática y su estilo. Dicha historia se inspira lejanamente en el dios griego Pan pero no como ese dios dionisíaco en el que se había convertido a finales de la Grecia clásica y en la sociedad romana sino como un símbolo del paganismo marginal aún latente en nuestra sociedad, lo que a su vez da sobrada cuenta de esa herencia céltica de la que hace acopio Machen fruto de sus propias vivencias como niño en los terrenos galeses y en las ruinas romanas de la región de Gwent. Sin embargo, el elemento pagano no será entendido como una religión jerarquizada y normativizada, sino como un reflejo de las fuerzas desatadas y destructivas que regían el mundo en un momento previo a que el propio ser humano hiciera acto de presencia e impusiera su propio modo de vida a lo largo del planeta. Por lo tanto, todas esas fuerzas primordiales actúan y siguen presentes en el mundo aunque los ojos de los meros mortales no incidamos en estos acontecimientos puesto que si fuésemos partícipes de estos hechos, nuestras mentes y nuestros cuerpos no serían capaces de soportar tales imágenes. 
La narrativa se articula en torno a ocho capítulos independientes y auto-concluyentes que, finalmente, terminan confluyendo en un final que armoniza y da respuestas a todos los misterios acontecidos durante la historia. De este modo, el nexo que articula esta historia confluye en la acción de ver al dios Pan que es una habilidad que el ser humano ha ido perdiendo a lo largo de los siglos. En cualquier caso, este es el elemento para desarrollar una historia sin fisuras que se articula en torno a hechos inconexos en un principio, que están contados por diferentes personajes y donde el tema principal en el que orbita toda la tesis del relato es el mal. Pero no un mal articulado en torno a una acción o un personaje determinado sino un mal abstracto, desconocido e incapaz de ser explicado dentro de los cauces narrativos u orales de la sociedad humana contemporánea pero que, sin embargo, se nos presenta en la vida ordinaria que impera en las calles londinenses que es el lugar donde se desarrolla gran parte de la acción de la historia. Este recurso es sumamente interesante al mostrarnos una ciudad mundana, actual y desarrollada que, por el contrario, es el sitio donde aún perviven elementos arcaicos que se oponen al mundo de nuestros días. De este modo, lo cotidiano viene a ser así figurado a manera de una máscara superpuesta a realidades de contornos atroces.
En conclusión, y por no extendernos más de lo debido, este relato de Machen ejemplifica ese contraste entre la civilización y lo primordial/salvaje, aquello que habita dentro de toda persona que si nos llega a dominar, nos puede destruir físicamente o mentalmente. Esa dualidad es la que persiste en este relato donde esa Helen Vaughan/Lady Herbert/Lady Beaumont, joven belleza misteriosa, va sembrando la muerte y la locura a su paso hasta el punto de llegar a acarrear una oleada de suicidios que generaría una atmósfera de incertidumbre y duda muy bien reflejada en la historia debido a la influencia de este dios primordial. En definitiva, en “El gran dios Pan”, Machon nos quiere hacer partícipes del enorme peligro en el que nos encontramos a la hora de acceder a unos conocimientos primitivos que devuelven al ser humano a sus raíces más primigenias y caóticas que, en la actualidad, la mente humana es incapaz ni siquiera de concebir lo que le arrastra a la muerte física o, aún peor, al desgarro y a la rotura del alma y del espíritu.

José Ángel Castillo Lozano



miércoles, 13 de noviembre de 2019

Una nueva vuelta a la Historia de España a través de la serie El ministerio del Tiempo




Sinopsis:

Serie de TV (2015-Actualidad). El Ministerio del Tiempo es una institución gubernamental, autónoma y secreta, que depende directamente de Presidencia de Gobierno. Como en los EEUU se guardan los secretos y la llave para un posible ataque nuclear, de presidente a presidente, lo mismo pasa con este ministerio español: sólo reyes, presidentes y un número muy exclusivo de personas saben de él. El paso hacia otras épocas se realiza a través de puertas vigiladas por las Patrullas del Ministerio [nota propia: clara referencia a la literatura de Tim Powers y a R. Heinlein]. Su objetivo es detectar e impedir que cualquier intruso del pasado llegue a nuestro presente -o viceversa- con el fin de utilizar la Historia para su beneficio. Para ello las Patrullas tendrán que viajar al pasado y evitar que lo logren. (FILMAFFINITY)

Comentario crítico:

La premisa es original para el mundo televisivo (y ya ha sido plagiada en EEUU por cierto) y es que, inspirándose en la literatura de Tim Powers, R. Heinlein y P. K. Dick,  todo parte de un ministerio secreto del gobierno español cuya finalidad es preservar la historia, “el tiempo es el que es”, ya que la historia no se puede cambiar ante las imprevisibles paradojas que podrían destruir el mundo tal y como lo conocemos (genial es la distopía sobre qué hubiera pasado si la Armada Invencible hubiese triunfado). Sin embargo, deberán enfrentarse a una agencia que también descubre los viajes en el tiempo y a ciertas complicaciones que ponen en peligro la historia de nuestro país.

Javier Olivares, creador de la serie junto a su hermano Pablo, ya fallecido, apunta como una de las claves de su éxito al género fantástico entrelazado con otro bien asentado en la ficción de la cadena pública, el género histórico. "El transmedia aquí ha encontrado un producto ni que pintado" (ha calado muy fuerte en un sector muy activo en internet), dice el guionista. "Es una serie con una mitología propia, unos personajes bien definidos y, sobre todo, ha encontrado un público español que estaba esperando que se hiciera una serie con otras características, que les tratara de otra forma", añade Olivares.
Además, uno de los puntos fuertes de la serie, es el trio protagonista que forman Julián Martinez /Rodolfo Sancho, Amelia Folch/Aura Garrido y Alonso de Entrerrios/Nacho Fresneda, a este trío se le añadira Pachino/Hugo Silva. Cada uno procede de diferentes épocas de la historia de España, guiándose por los valores de su tiempo. Amelia podríamos decir que es el primer ejemplo de “mujer moderna”. Es una mujer inteligente y con ideas claras a la hora de definir cual quiere que sea su destino. Por eso es nombrada jefa del equipo. Alonso viene del siglo de los tercios de Flandes, de la época del Imperio español. De ahí que le cuesta tanto aceptar las órdenes de su compañera de fatigas aunque termine alabándola tanto. Para terminar tenemos a Julián que procede del siglo XXI. En el se mezclan el realismo y el escepticismo que nos rodea en estos días. Esta variedad de personalidades da lugar a que el espectador se pueda identificar fácilmente con uno de los tres personajes, porque Alonso representa el patriotismo carca, pero también leal y fiel. Amelia lo intelectual y la capacidad de liderazgo, mientras que Julián es la parte emotiva. Más tarde, en la segunda temporada, Pachino será parte de esa España profunda y oscura, y es que el mote que recibe no es casual.

Este es el trío principal pero tenemos tantas referencias y personajes secundarios que se nos hace imposible detallarlos todos aunque, tal vez, por gusto personal, me gustaría incidir en el personaje de Velázquez, si el gran pintor del siglo de oro español que en esta serie está contratado como retratista del ministerio. La psiqué del personaje está, creo yo, calcada a la que tuvo que tener el personaje en la época. Por este motivo, nos deja verdaderas perlas como cuando conoce a Picasso (imagen de arriba) o cuando se encuentra en el Palacio de Aranjuez previo incendio de este donde se perdió gran parte de su obra. En esta última escena que hemos mencionado, el propio pintor español exclamará, en clara alusión a Blade Runner, “todo este arte se perderá, como lágrima en la lluvia”. También, es muy bello el capítulo donde Cervantes se da cuenta de la repercusión de su obra “El Quijote”, algo que le calmará la angustia de haber fracasado en el teatro, angustia que lo iba a llevar al sucidio.

Esto nos incide en otro aspecto clave de la serie que son los múltiples homenajes que realiza al cine, a la literatura y a la cultura en general. Ya hemos hecho referencia al de Blade Runner, pero no es el único, tenemos referencia a películas de culto como “Terminator”, “Regreso al Futuro”, etc. Pero como ya hemos dicho, no solo hay referencias al mundo del séptimo arte (incluyendo series como el Doctor Who o Historias para no dormir del recientemente fallecido Chicho Ibáñez Serrador) sino que las referencias al mundo de la música, como Rosendo, o al del mundo literario como Alatriste o la recreación de personajes como Lope de Vega nos da muestra de lo completa que es y que va a llegar a ser esta serie.

En definitiva, se trata de una serie de actualidad que es brillante y ayuda a revalorizar la historia de España en particular (hechos históricos casi olvidados como “Los últimos de Filipinas” ahora están en boca de todos o revalorizando ciertas figuras históricas como la del Cid) y la de la cultura española (con ciertas “sutilezas” en contra de la clase dirigente del país). Además, admite varios niveles de lectura ya que se trata de una serie de entretenimiento apta para toda la familia, pero al mismo tiempo, también incluye una serie de referencias e ideas que la hacen merecedora de análisis más profundos.

José Ángel Castillo Lozano

viernes, 18 de octubre de 2019

Narciso y Goldmundo. Un bello viaje en torno a la dualidad humana




“No había venido, y Julia tampoco apareció. Así, se le antojaba, había sido toda su vida: despedida, huida, olvido, esperar con las manos vacías y el corazón aterido. Todo el día le persiguió este pensamiento, no hablaba palabra, colgaba en la silla demedejado y sombrío. Narciso no interrumpió su ensimismamiento”

Esta bella novela del autor de, entre otras obras, “El lobo estepario” (Der Steppenwolf, 1927) nos hace reflexionar sobre la propia naturaleza del ser humano. ¿Quiénes somos? ¿Cómo podemos llegar a ver completada nuestra vida?

Todo ello lo realiza a través de una hermosa historia de amistad que empieza en un apartado monasterio cisterciense en Maulbronn (Alemania). En este monasterio, apartado de la cruda vida profana, se encuentran dos jóvenes estudiantes. Por un lado, Narciso, persona con unas profundas inquietudes intelectuales sobre la gramática, el latín, la teología y otros saberes, y, por otra parte, Goldmundo, joven con inquietudes sobre el estudio, pero, sobre todo, por la vida. Estos dos aparentemente dispares alumnos serán capaces de forjar una profunda amistad en el mismo momento en que ambos se den cuenta de la atracción mutua que se tienen. De este modo, ambos irán descubriendo su propia interioridad hasta que Narciso, unos pocos años mayor que su compañero, aconseja a su amigo que abandone un monasterio que le terminará por convertir en un ser desgraciado puesto que él no es un hombre de estudio, no es un erudito, sino que está en una senda muy diferente. Esto es debido a que Goldmundo es un artista, es alguien que debe experimentar la vida en su propia piel puesto que sino jamás se complementará como ser humano. En definitiva, la historia se incardinará en torno al descubrimiento humano y a la conciliación entre dos maneras de entender el mundo: la visión erótico-sensitiva propia del artista (Goldsmundo) y la ideal-espiritual propia del intelectual (Narciso)
El viaje que emprende Narciso para complementarse nos lleva a la segunda gran parte de esta magnífica obra de H. Hesse. El tópico del viaje como recurso literario es una estrategia muy empleada por este gran novelista y así lo hemos visto en sus obras de manera más o menos explícitas como la anteriormente mencionada Die Steppenwolf (1927), su Demian (1919) o su Siddharta (1922). Así, Goldsmundo, hastiado de una vida impuesta por su padre para purgar los pecados de su madre y con el descubrimiento de que el monasterio no podía ser su hogar, se echará a la carretera sin un rumbo fijo, será un viajero sin hogar ni patria, al estilo de J. Wayne en la afamada película Centauros del Desierto donde se explora esa figura del viajero homérico sin patria ni destino. De esta manera, este personaje abandonará el seminario y se convertirá en un vagabundo con el único objetivo de saciar sus sentidos y sus apetencias. Conocerá bellas mujeres, lindas doncellas y gráciles damas que le amarán de distintas maneras, unas apasionadamente, otras con un amor fruto de su experiencia vital y otras hasta de manera platónica. Todo ello le hará encontrar recovecos del conocimiento y le irán complementando en su vida que no será todo lo placentera que se podría imaginar puesto que tendrá que enfrentarse a fuertes problemas que le pondrán al límite y donde tendrá que luchar por su propia vida ya sea por ladrones o por las desgracias originadas por la peste, e incluso, por el propio hambre si bien es cierto que las apetencias materiales jamás se presentarán en las necesidades de nuestro protagonista ni siquiera cuando pudo escalar socialmente y económicamente, si bien parece que una va asociada a la otra en nuestra sociedad, en el gremio de una ciudad donde durante un tiempo sirvió de aprendiz en el taller del maestro Nicolao.
La tercera y última parte del libro concuerda con el reencuentro de los dos amigos tras ser apresado Goldmundo por el marido de una de sus amantes al ser el ya abad Narciso quien consigue interferir para salvar la vida de su antaño gran amigo. El reencuentro terminará con una amplia conversación filosófica entre Narciso y Goldmundo sobre la idea filosófica/intelectual y la vida más terrenal y pasional. Estos dos senderos tan antagónicos en apariencia terminan convergiendo y dándole ese componente polémico, conflictivo y violento, casi sin sentido, que tiene la vida, pero, al mismo tiempo, la paz, lo completa y lo reconfortante que es la vida con el amor. Esa vía que había optado Goldmundo con sus peripecias y aventuras le había servido para complementar aquello que Narciso había conseguido a través de una vida de estudio dedicada a la cultura y al conocimiento sin apenas salir de su monasterio. Los dos se dan cuenta en el momento en que expira la vida de Goldmundo que, en el fondo, habían encontrado la misma idea sobre el sentido de la vida. Diferentes vías que terminan derivando en lo mismo: la futilidad y lo inútil de la vida, pero al mismo tiempo lo bella y reconfortante que resulta recorrer la experiencia vital rodeado de los seres queridos. Por esa razón, Goldmundo muere en paz al lado de la persona que más había admirado y querido en el mundo: su buen amigo Narciso que, a su vez, se ve complementando por y en la vida de peregrinaje de su camarada. Así, nos encontramos en esta obra con las dos dualidades de la naturaleza del género humano. De este modo, gozamos y observamos lo apolíneo y lo dionisiaco que hay en el mundo que termina por confluir en un todo: el ser humano con sus innumerables defectos y sus escasas, pero maravillosas virtudes y es que cómo exclama ya un agonizante Goldmundo al final de la novela: “¿Cómo podrás morirte un día, Narciso, si no tienes Madre? Sin Madre no es posible amar. Sin Madre no es posible morir”.

José Ángel Castillo Lozano