¿Qué es el permafrost
“humano”?
El permafrost es el sugestivo
título de la novelista catalana Eva Baltasar que con esta minimalista novela se
dio a conocer en el mundo de la literatura hispana a través de una narración en
primera persona, bajo una apariencia entre la memoria y lo poético, el proceso
formativo de una mujer diferente, de una persona hipersensible ante la
hipocresía de la sociedad y sus metas prefijadas como es la de la búsqueda
cuasi permanente e infantil de la felicidad. El título de esta obra hace
referencia a ese suelo congelado de las regiones frías y periglaciares pero que
es esencial para la vida en determinadas regiones en esos momentos en que se
descongela por ser el almacén de grandes reservas de carbono orgánico.
Este título es muy acertado
puesto que Eva Baltasar usando el símil de este suelo congelado, nos presenta
un personaje femenino encerrado en sí mismo, congelado en apariencia, que se
resiste a establecer cualquier tipo de relación con su género salvo para
satisfacer sus apetitos sexuales. Todo se sumerge en una concepción por parte
de su protagonista de un mundo vacío, sin metas, sin objetivos, desgarrado por
la presión del exterior, etc. En otras palabras, a través de un hábil recurso
de presentarnos una narrativa disruptiva que nos lleva al pasado y al presente
a modo de diario, se nos presenta a un personaje misántropo y encerrado en sí
mismo. Lo único que le importa es leer y aislarse del exterior. Ni siquiera el
eventual deseo sexual de esta lesbiana le corresponde en un sentimiento de
amor, todo lo que hace le lleva a una sinrazón, a un estado de vacío, a la nada
y a un permanente y erótico deseo con el que coquetea en muchas páginas como es
el del suicidio que se alza en gran parte de la novela como la única
herramienta lógica para acabar con la sinrazón del mundo que nos rodea. De
hecho, creo que es indudable la huella de Cioran en esta novela puesto que
nuestra protagonista hace suyas esas palabras del filósofo rumano que dicen así: “El hecho de que yo exista prueba que este
mundo no tiene sentido (…) Que el mundo haya permitido la existencia de un ser
como yo prueba que las manchas sobre el Sol de la vida son tan grandes que
acabarán ocultando su luz” (En las cimas
de la desesperación).
Más allá de este recorrido interno a los infiernos personales del
personaje, le tenemos que añadir, que todos estos demonios internos se ven aún
más potenciados al desarrollar sus relaciones siempre inestables con sus
amantes (al mismo tiempo que nos elabora un muy interesante ensayo sobre la
naturalidad de sus relaciones con otras mujeres y en su búsqueda de la
identidad sexual, muy descarnados e irónicos son sus diálogos con su tía y su
hermana sobre estos temas) y, sobre todo, con su familia. Aquí es donde más se
desarrolla el personaje en contraste con un padre en un eterno papel
secundario, una madre anclada en el pasado, asfixiante y controladora, y una
hermana convencional que solo busca el matrimonio y tener hijos como forma de
dar sentido a su vida. De este modo, la lucidez de Eva Baltasar a la hora de
recrear personajes maniqueos y confrontarlos con otra realidad existente,
aunque oculta, es del todo mágico. Porque al final, todo estalla, ese supuesto
aislamiento del que hace gala el personaje, es solo una fachada, el ser humano
no puede vivir de manera aislada y, al final, el dolor, la soledad, la
frustración (interesante es su vocación creadora malograda como artista que
intenta compensar con el estudio de la Historia del Arte) y la amargura recorre
nuestro permafrost particular por mucho que lo ocultemos y nos engañemos a
nosotros mismos.
En conclusión, nos encontramos ante una novela íntima que asimilándose
al tono de “Esa visible oscuridad” (Styron, 1989), nos hace recorrer en un tono
íntimo e impecable, sin más argumento que los deseos de un personaje que se
debate entre el hedonismo, los placeres carnales y la muerte (suicidio) como
única meta hasta que encuentra la ternura y el amor hacia su sobrina y ahijada
en un momento de muerte, destrucción y amargura.
José Ángel Castillo Lozano
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