Hacía mucho que tenía esta obra en la lista de
pendientes. Ahora, con el tiempo adecuado en mi particular Sanatorio
Internacional Berghof, afronté su lectura, una lectura que no tendría que haber
demorado tanto en el tiempo porque es muy sugerente e interesante puesto que,
desde el marco de una distopía malthusiana donde el mundo está superpoblado, F.
Pohl se mueve como pez en el agua a la hora de realizar un auténtico ensayo sobre
los misterios de nuestros sentimientos extrapolándolo a un universo del todo
desconocido para la raza humana.
De este modo, esta novela ganadora de los principales
premios de literatura de ciencia ficción, parte de una premisa muy sugerente.
El planeta Tierra está superpoblado y la sociedad humana está al borde del
colapso como civilización. Ante esta tesitura, se empiezan a buscar otras
alternativas para aliviar la presión demográfica de la Tierra, y en una de esas
expediciones se encuentra una especie de base espacial de una raza desconocida
(heechee) que podría ser la solución de la raza humana y que de manera
instantánea se convierte en una reliquia y un lugar de peregrinaje de todo
aquel que sueña con un futuro mejor.
De esta raza alienígena nada se conoce. Su tecnología es
infinitamente superior a la humana y, para más inri, apenas se sabe nada de
cómo hacerla funcionar para que resulte beneficiosa a nuestra sociedad. De este
modo, los humanos presentes en la novela no se nos muestran como héroes sino
como personajes llenos de dudas, miedos e incertidumbres, en muchas ocasiones,
sobrepasados por la tecnología a la que se enfrentan y las situaciones a las
que esta les lleva (introduciéndose de lleno en ese arquetípico problema humano
sobre el uso de la técnica). Y aquí es donde llegamos a nuestro protagonista:
Robbinette. El motor de su historia es la culpa, un sentimiento que carcome el
alma de nuestro protagonista. Al respecto, es muy interesante como se trata el
tiempo en la novela ya que tenemos dos líneas temporales muy marcadas. Por un
lado, tenemos el presente donde Robbie (diminutivo del nombre de Robinnette) va
a psicoterapia a la clínica de un robot IA bautizado por Robbie como Sigrid y
es donde conocemos el interior del alma de esa persona a la vez que nos vamos
enterando del pasado de esta persona. Por otro lado, tenemos el pasado de
Robbie, de cómo llegó a Pórtico (donde juega un gran papel el azar de ganar una
lotería) y de cómo hizo su riqueza en una de las misiones que lleva a cabo.
Me resulta muy interesante la cosmovisión de Pohl del
futuro del mundo. Por dicho motivo, les coloca esa vía de escape, esa llave al
Edén, que es simbolizado y representado por esa estación espacial conocida como
Pórtico. Sin embargo, la entrada al Paraíso no era tan sencilla debido al
escaso conocimiento de la tecnología de esa ancestral civilización heechee. Por
esa razón, el usar las naves abandonadas hace milenios puede tener un precio
muy grande: la propia vida. Esto es debido a que las naves solo vuelan en el
modo automático, y el destino es del todo desconocido. Puede llevarte a un
enorme descubrimiento por el que te pagarán una cantidad de dinero astronómico
que te servirá para vivir de manera holgada toda tu vida o, por el contrario,
te puede llevar a una estrella en combustión o a un agujero negro del cual ya
no escaparas en toda la eternidad.
Desde este marco, Pohl aprovecha para divagar sobre la
actitud humana. Unas veces imprudente, otras atiborrada de coraje y otras
tantas llena de cobardía y terror. En este contexto, nos encontramos con un
Robbie que es una persona mujeriega, cobarde, impulsiva e inactiva. Vive
aterrado ante lo que le puede deparar un viaje en una de estas naves, pero al
mismo tiempo no puede volver a su anterior vida de penurias en la Tierra. Por
lo tanto, es una persona francamente insegura e inestable. Quiere ganar dinero,
pero no se atreve ante los peligros que le puede abrir un vuelo desde una de
estas misteriosas naves espaciales que nadie conoce realmente cómo funcionan.
Su historia es la de una huida, la de una supervivencia cobarde de sentimientos
enrarecidos, relaciones destructivas y llena de egoísmo. Así Frederick Pohl ha
conseguido crear un personaje humano realista, lleno de debilidades que debe
hacer frente a sus miedos, unos miedos que solo logra superar a base de
impulsos o desidia, y que cuando realmente consigue hacer un gran
descubrimiento por el que será condecorado y premiado, se arrepentirá por el
camino en el que lo consiguió y la pena y la culpabilidad le carcomerán el alma
por el resto de sus días.
Para ir finalizando estas pequeñas reflexiones sobre esta obra, debemos destacar que Pórtico se trata sobre todo de una novela de insatisfacción y cargada de enigmas, muy en la línea de otra de las novelas de Pohl (Homo Plus, 1976). Estos misterios jamás se resolverán y lo único que generarán son más preguntas sobre la identidad humana y, por extensión, sobre esa civilización tan avanzada que desapareció de repente sin dejar rastro salvo una tecnología que puede ser a la vez salvación y destrucción para el ser humano. En definitiva, la frustración es constante en la novela y junto con el miedo son los propulsores de esta magnífica historia que conjuga tan bien la ciencia ficción con la realidad de lo que somos a día de hoy como civilización.
José Ángel Castillo Lozano
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