sábado, 22 de febrero de 2020

Pórtico (Getaway, F. Pohl, 1977) y la incógnita de lo infinito del espacio y del alma humana



Hacía mucho que tenía esta obra en la lista de pendientes. Ahora, con el tiempo adecuado en mi particular Sanatorio Internacional Berghof, afronté su lectura, una lectura que no tendría que haber demorado tanto en el tiempo porque es muy sugerente e interesante puesto que, desde el marco de una distopía malthusiana donde el mundo está superpoblado, F. Pohl se mueve como pez en el agua a la hora de realizar un auténtico ensayo sobre los misterios de nuestros sentimientos extrapolándolo a un universo del todo desconocido para la raza humana.
De este modo, esta novela ganadora de los principales premios de literatura de ciencia ficción, parte de una premisa muy sugerente. El planeta Tierra está superpoblado y la sociedad humana está al borde del colapso como civilización. Ante esta tesitura, se empiezan a buscar otras alternativas para aliviar la presión demográfica de la Tierra, y en una de esas expediciones se encuentra una especie de base espacial de una raza desconocida (heechee) que podría ser la solución de la raza humana y que de manera instantánea se convierte en una reliquia y un lugar de peregrinaje de todo aquel que sueña con un futuro mejor.
De esta raza alienígena nada se conoce. Su tecnología es infinitamente superior a la humana y, para más inri, apenas se sabe nada de cómo hacerla funcionar para que resulte beneficiosa a nuestra sociedad. De este modo, los humanos presentes en la novela no se nos muestran como héroes sino como personajes llenos de dudas, miedos e incertidumbres, en muchas ocasiones, sobrepasados por la tecnología a la que se enfrentan y las situaciones a las que esta les lleva (introduciéndose de lleno en ese arquetípico problema humano sobre el uso de la técnica). Y aquí es donde llegamos a nuestro protagonista: Robbinette. El motor de su historia es la culpa, un sentimiento que carcome el alma de nuestro protagonista. Al respecto, es muy interesante como se trata el tiempo en la novela ya que tenemos dos líneas temporales muy marcadas. Por un lado, tenemos el presente donde Robbie (diminutivo del nombre de Robinnette) va a psicoterapia a la clínica de un robot IA bautizado por Robbie como Sigrid y es donde conocemos el interior del alma de esa persona a la vez que nos vamos enterando del pasado de esta persona. Por otro lado, tenemos el pasado de Robbie, de cómo llegó a Pórtico (donde juega un gran papel el azar de ganar una lotería) y de cómo hizo su riqueza en una de las misiones que lleva a cabo.
Me resulta muy interesante la cosmovisión de Pohl del futuro del mundo. Por dicho motivo, les coloca esa vía de escape, esa llave al Edén, que es simbolizado y representado por esa estación espacial conocida como Pórtico. Sin embargo, la entrada al Paraíso no era tan sencilla debido al escaso conocimiento de la tecnología de esa ancestral civilización heechee. Por esa razón, el usar las naves abandonadas hace milenios puede tener un precio muy grande: la propia vida. Esto es debido a que las naves solo vuelan en el modo automático, y el destino es del todo desconocido. Puede llevarte a un enorme descubrimiento por el que te pagarán una cantidad de dinero astronómico que te servirá para vivir de manera holgada toda tu vida o, por el contrario, te puede llevar a una estrella en combustión o a un agujero negro del cual ya no escaparas en toda la eternidad.
Desde este marco, Pohl aprovecha para divagar sobre la actitud humana. Unas veces imprudente, otras atiborrada de coraje y otras tantas llena de cobardía y terror. En este contexto, nos encontramos con un Robbie que es una persona mujeriega, cobarde, impulsiva e inactiva. Vive aterrado ante lo que le puede deparar un viaje en una de estas naves, pero al mismo tiempo no puede volver a su anterior vida de penurias en la Tierra. Por lo tanto, es una persona francamente insegura e inestable. Quiere ganar dinero, pero no se atreve ante los peligros que le puede abrir un vuelo desde una de estas misteriosas naves espaciales que nadie conoce realmente cómo funcionan. Su historia es la de una huida, la de una supervivencia cobarde de sentimientos enrarecidos, relaciones destructivas y llena de egoísmo. Así Frederick Pohl ha conseguido crear un personaje humano realista, lleno de debilidades que debe hacer frente a sus miedos, unos miedos que solo logra superar a base de impulsos o desidia, y que cuando realmente consigue hacer un gran descubrimiento por el que será condecorado y premiado, se arrepentirá por el camino en el que lo consiguió y la pena y la culpabilidad le carcomerán el alma por el resto de sus días.
Para ir finalizando estas pequeñas reflexiones sobre esta obra, debemos destacar que Pórtico se trata sobre todo de una novela de insatisfacción y cargada de enigmas, muy en la línea de otra de las novelas de Pohl (Homo Plus, 1976). Estos misterios  jamás se resolverán y lo único que generarán son más preguntas sobre la identidad humana y, por extensión, sobre esa civilización tan avanzada que desapareció de repente sin dejar rastro salvo una tecnología que puede ser a la vez salvación y destrucción para el ser humano. En definitiva, la frustración es constante en la novela y junto con el miedo son los propulsores de esta magnífica historia que conjuga tan bien la ciencia ficción con la realidad de lo que somos a día de hoy como civilización.

José Ángel Castillo Lozano