Actualmente vivimos en una sociedad cada vez más sensibilizada y concienciada con el grave crimen y drama de la pedofilia, pero a su vez, tan predispuesta al prejuicio, al escarnio, a la estigmatización social y al linchamiento público movido por la presión de las masas. En estas latitudes nos encontramos ante la historia de Lucas (titánica la interpretación de Mads Mikkelsen), un profesor de guardería divorciado que intenta rehacer su vida con una nueva pareja y su hijo habido de su fallido enlace anterior. De una reputación intachable, Lucas era querido por la gente que habitaba el pueblo donde vivía y donde estaban todas sus amistades. Sin embargo, la infantil acusación de una de las niñas a las que cuida en la guardería, y a su vez, hija de su mejor amigo, precipita todos los trágicos acontecimientos.
De este modo, Thomas Vinterberg,
cofundador del movimiento Dogma 95 junto con Lars Von Trier, nos vuelve a
conmover, indagar e impactar con una historia aparentemente sencilla y muy
realista, pero de fondo terriblemente complejo, frío, desgarrador, polémico y
de una enorme carga social. Fiel heredero del gran cine danés, se me viene a la
mente Bergman y Dreyer, y de la película The
Children`s Hour (W. Wyler, 1961), este director nos presenta como un suceso
cotidiano puede tornar en auténtica catábasis. De este modo, Lucas, es acusado
injustamente de cometer abusos contra menores. El rumor corre como la pólvora,
y pronto, sin que medie la una institución de por medio, los habitantes del
pueblo hacen suya la ley como si de un derecho natural se tratase, y empiezan a
señalar, marginar y perseguir (el título de la película no está escogido al
azar) al pobre Lucas sin que este sepa muy bien cómo protegerse. A él, y a sus seres queridos, como si el estigma de su pecado fuese extensible a aquellos que le rodeaban, incluyendo a Fanny, su fiel e inseparable perra.
Así, la vida de una persona puede
cambiar de la noche a la mañana por una falsa acusación y por la presión de la
masa que únicamente apunta con su dedo inquisidor a Lucas. En la película no
aparecen juicios, ni abogados (más allá de alguna mención esporádica), ni
investigaciones policiales, ni nada de esto, no interesa puesto que lo que
verdaderamente prima en la producción es filmar el comportamiento humano. Por
dicho motivo, la obra de Vinterberg analiza con sumo detalle y cuidado el modo
en que se expande el tumor dentro de una pequeña población y cómo se empieza a
castigar a Lucas en base a un delito que jamás ha cometido. Su inocencia queda
pisoteada y rota en mil pedazos fruto de un bulo y una calumnia. En
consecuencia, será apartado, perseguido, golpeado y, sobre todo, herido en su
alma. Una auténtica oda al cine son esas escenas cotidianas, en apariencia,
como ir a un supermercado o a la iglesia, que se convierten en tortura,
indignación y suma melancolía en Lucas y en los espectadores. Todo con un tono
sencillo, filmado de una manera sobria y templada, que nos hace introducirnos
en la piel del personaje que encarna Mads Mikelssen, para sufrir, llorar,
destrozarnos y maldecir la paranoia y lo manipulable que es la sociedad en
determinados momentos.
Por ello, nos encontramos ante una
historia de psicosis, impotencia, difamación y calumnia ante un hombre amable y
cariñoso que cae en desgracia por un desafortunado rumor fruto de una niñería.
Al final todo se reduce a qué es mentira y qué es verdad. Todo, en resumidas
cuentas, no es más que un ejército de metáforas y, en este mundo, nunca se
soluciona nada. El tiempo nunca termina, es plano, y todo se repite una y otra
vez. Por ello, cuando creemos que nuestro protagonista recupera su cordura,
realmente, no lo hace. Siempre estará estigmatizado. Nunca nadie olvidará ese
rumor. Siempre estará en el punto de mira de un rifle para cazar.
José Ángel Castillo
Lozano
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