jueves, 31 de enero de 2013

Éste es un escrito polémico


   Éste es un escrito polémico. Podría intentar que tuviera forma de aforismo, donde de manera concisa se expresa una idea, pero supongo que escribir no se encuentra entre mi ramillete de virtudes. ¡Sólo los hiperbóreos me entenderán! No me hago cargo de los que no sepan hacerlo. Y es que desde hace un tiempo un pensamiento me hace replantearme si yo pertenezco a mi generación. Espero que sí. Es, a mi juicio, un don que me hace pertenecer al siglo XXI. Y habrá quien también lo sea –y por qué no – pero no lo demuestra. ¿Tal vez le avergüenza? Pues no debe.

   Decirlo cotidianamente es pecado, y casi se podría –hoy- castigar con el amparo de la ley. Si lo eres no mereces ser de España, es más, atentas contra ella. Decirlo públicamente es casi convertirte en un apátrida. Y yo lo soy.

   Pues bien, lo digo y atended bien: soy republicano.

   Pero en el sentido más amplio de la palabra, y sin medias tintas. Porque la República es la expresión última de la democracia. El Non plus ultra. Y sin hacer distinción de ideologías. Ni derecha ni izquierda, ¡preguntad a Castelar o a Azaña!

   Es propia de países avanzados que no han temido derrocar dinastías. ¡Aún se amparan en el origen divino!. El siempre fue así no vale. ¿Quién los eligió? Dicen que se votó en la Constitución de 1978 ¿pero qué alternativa había?

   No seré yo quien hable del gasto económico que supone la realeza, no es de gente educada hablar de asuntos de dinero. Pero con esto quiero decir que no todos somos iguales. Ese derecho que tienen ellos de convertirme en su súbdito no se lo di yo. Ellos, los primeros funcionarios, van heredando y transmitiendo sus puestos de trabajo a su familia, ¿qué funcionario puede hacerlo?

   Se apropian y se enorgullecen de España. Para ellos todo es España, alrededor no hay nada. Mientras que el resto vamos a colegios y universidades públicas, ellos se forman en las privadas -¡detestan lo público!- y mientas vamos a hospitales públicos, ellos ingresan en hospitales privados -¡vuelven a detestar lo público!-

   ¡No conozco nada más antitético que la monarquía española!

   Solo escuchar el término ‘Familia Real’ me produce algo así como una sensación repugnante -¿el resto no somos reales?- . Claro, el resto nos ocupamos de asuntos tan irreales, ficticios e irrisorios como llegar a fin de mes, hacer ingeniería económica para pagar todos los meses y llenar el estómago. Nos ocupamos de mantener un trabajo y madrugar, o de ir a la cola del INEM o a Cáritas porque no tenemos ni trabajo, ni comida para llenar el estómago. Y mientras el banco ocupa las casas de los desahuciados, a los que se les entregó el derecho de llamar ‘Familia Real’ no les afecta desde sus palacios.

   ¿Monarquía? ¡Qué anacronismo! Este gigante es el mismo que derrotó a don Quijote, ¿para qué nos sirven los reyes si no les rozan las leyes ni el hambre ni el chapapote?

   ¡Bien pudiera haber sido un artículo de Zozocracia!

   He aquí mi polémico escrito, ¡sólo los hiperbóreos me entenderán!

Juan Manuel López Andreu
José Ángel Castillo Lozano

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