La narcocultura, se
basa en valores como el honor y la ostentación, una ostentación que es clave
para que se haya ido generando un deseo de parecerse a los narcos dentro de las
capas más humildes y jóvenes de los lugares deprimidos. Un deseo que cristaliza
con los llamados narcocorridos donde se mitifica a los narcotraficantes, lo que
produce un intento de emulación, donde los personajes adoptan el papel del
héroe del corrido tradicional (Consultado
en http://hemisphericinstitute.org/hemi/e-misferica-82/mondaca (10/07/2013))
y que a pesar de ser violentos, asesinos y corruptos, hacen esto por un bien
mayor que no es otro que proteger a su pueblo por el cual no dudan en arriesgar
su vida, son valerosos y no temen enfrentarse a un estado que aparece aquí como
un estado monstruo, como un estado opresor.
Aquí vemos como el
narco se transforma en el héroe y en el modelo a seguir en una sociedad que no tiene un estado
fuerte que lo proteja. Por ello, poderes secundarios como estos narcos toman
las pregorrativas, nos encontramos ante lo que Max Weber (Sociología del poder. Los tipos de dominación, Alianza, 2012) definió estado “híbrido tradicional-carismático” en el que la tradición y la
figura del líder priman sobre la de un Estado de derecho neutro e imparcial, dando lugar a una “modernización sin modernidad” donde las relaciones
clientelares son uno de los aspectos más importantes en las relaciones
socio-políticas y, este clientelismo, no es sino una estrategia de
las organizaciones mafiosas para asumir poder y relacionarse con el Estado en
igualdad de condiciones como si de un estado más dentro del estado se tratara y
esto lo consigue gracias a la debilidad y poca capacidad de gobernar del estado
primigenio si se me permite utilizar tal término, así, el narcotráfico-crimen
organizado penetró en la sociedad convirtiéndose prácticamente en el
articulador de estas sociedades, al ser la fuente de ingresos y un camino para
el futuro de estas comunidades marginadas .
Esto aquí explicado se muestra claramente en la canción “Sigo siendo el rey” donde el narco se sabe excluido del estado (“yo sé bien que estoy afuera”) pero al mismo tiempo se sabe poderoso y querido (“sé que tendrás que llorar”; “no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”) además de que él se sabe organizador de una comunidad (“mi palabra es la ley”).
Esto aquí explicado se muestra claramente en la canción “Sigo siendo el rey” donde el narco se sabe excluido del estado (“yo sé bien que estoy afuera”) pero al mismo tiempo se sabe poderoso y querido (“sé que tendrás que llorar”; “no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”) además de que él se sabe organizador de una comunidad (“mi palabra es la ley”).
En los últimos años ha
surgido una nueva categoría dentro de estos narcocorridos, más radicales, fruto
también de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, un ejemplo de esto es el
narcocorrido “Empresa Inunza” donde se canta al sicarismo, un sicarismo que en
estos últimos años se ha visto muy potenciado y es que estos narcocorridos son
una proyección de una sociedad por ello, ante un cambio de situación, la
temática de estos narcocorridos también cambia.
En conclusión, vemos
una sociedad que se cristaliza en estos llamados narcocorridos donde se heroiza
a los narcotraficantes, lo que produce un intento de emulación, lo que ha
venido defiendo el prof. Astorga como una “orientación ética” para los que son
narcotraficantes y los que aspiran a serlo dentro de ambientes marginados y
excluidos socialmente y, a pesar de ser perseguida por las autoridades
competentes, sigue en pleno funcionamiento.
http://www.youtube.com/watch?v=YGbiWnoWTto
(10/07/2013)
José Ángel Castillo
Lozano
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