"EL
DÍA 21 DE SEPTIEMBRE DE 1945 YO MORÍ"
Dicha
producción cinematográfica fue primera la película dirigida por Takahata con el Studio
Ghibli
y
el tercer largometraje del estudio. Considerada junto a La
lista de Schindler (S.
Spielberg, 1993)
y El pianista (R.
Polanski, 2002)
como una de las mejores películas
antibelicistas
de todos los tiempos, y una obra maestra del cine de animación que
por desgracia no tiene el pedigrí de las dos anteriores.
La
película comienza con una escena del todo lapidante ya que nos narra
como muere un niño en una estación de trenes por inanición. A
pesar de lo cruel del suceso, la gente lo ve y no se inmuta ya que
por desgracia esto no era un fenómeno aislado ya que muchos “niños
de la guerra” habían quedado huérfanos y “caían como moscas”
como se dice en la propia película. Este punto de inicio marca toda
la historia ya que el narrador de ella será este mismo niño que nos
relatará los últimos sucesos de su vida que le han llevado a este
trágico final.
La
tumba de las luciérnagas está
basada en una novela de Akiyuki
Nosaka.
En cierta medida, la novela es casi autobiográfica ya que el autor
tuvo vivencias similares durante la guerra viviendo con su hermana.
Sin embargo, la novela no tiene la fuerza
y el espíritu con la que se dota su adaptación cinematográfica.
Para
ver esta película, hay que olvidarse de esos motivos que se
encuentran en el cine del Studio Ghibli y en el de su máximo exponente:
Hayao Miyazaki. Aquí no encontraremos simpáticos espíritus del
bosque como Totoro, no encontraremos valientes heroínas que luchan
satisfactoriamente para salvar su bosque, ni historias de amor, ni
maquinas voladoras asombrosas. No. En esta cinta encontraremos un
reflejo duro y realista de la guerra, de las penurias que provoca, de armas como los bombarderos que provocan innumerables destrozos,
de los instintos más bajo que se despiertan en el ser humano para
sobrevivir, etc. Por añadidura veremos todo esto narrado desde la
óptica de la capa más inocente de la sociedad: dos niños que
intentarán adaptarse a un mundo devorador que no ha sido hecho para
ellos. Aquí radica la grandeza de esta película no apta para todos
los públicos debido a que veremos la aventura de dos jóvenes
criaturas que nunca perderán la esperanza ni su inocencia a pesar de
que el espectador vea desde un principio que esta bella historia no
va a tener un buen final.
Por
estos motivos, nos encontramos ante una película amarga, brutal y
desesperanzadora a la par que realista y es que se trata de una
historia que perfectamente podría haber pasado en la realidad lo que
nos lleva a plantearnos cuantos “Seitas y Setsukos” (los
protagonistas del film) tuvieron que haber durante el transcurso de
la 2º Guerra Mundial o de las guerras más recientes. A pesar de
esto, Takahata también sabe dotar esta desoladora historia de cierto
encanto y ternura al desarrollar el vínculo entre estos dos hermanos
huérfanos de padre y madre a pesar del contaminante entorno. De
hecho, incluso cuando están muriendo de hambre, enfermedades e
infecciones, el director sabe introducirnos momentos mágicos como la
caja de caramelos o del jugueteo en el columpio.
En
definitiva, gracias al cuidado de Takahata en el dibujo y en el
desarrollo de la película, tenemos una de las narraciones más bellas
que ha dado la ya dilatada historia del cine y que nos narra los sufrimientos de
la guerra de una forma sutil (de hecho no aparece ni una sola escena
bélica en toda la película) utilizando el recurso de contar la
historia bajo el prisma de dos niños abandonados y solos en este
vasto universo y es que, por desgracia, en este mundo, lo primero que
muere es aquello más insignificante aunque sea lo que más brille,
lo que más luz proporcione. Es una lástima, pero lo primero que
muere son las luciérnagas.
Aquí
os dejo su cuidada BSO. Solo el escuchar de nuevo su banda sonora ya
hace que venga a mi unos sentimientos que solo se pueden albergar al
visionar este film.
José Ángel Castillo Lozano